miércoles, 30 de mayo de 2012

OBITUARIO: La Persona

J.R. Kantor: La persona

Mi primer contacto involuntario con Kantor fue en Washington en agosto de 1967, cuando en el trayecto a Toronto a realizar mis estudios de postgrado, asistí al congreso de la Asociación Psicológica Americana (APA). Recuerdo haber presenciado la ceremonia en que la A.P.A. reconocía los méritos de varios académicos que cumplían sus bodas de oro en la disciplina. Allí estaba J.R. Kantor con Edna Heidbredder y Anne Anastasi, entre otros. Mgunas lectuias de artículos suyos en Toronto, así como su valoración subrayada por Bijou y Baer (1961, 1965) y Schoenfeld (1969) mantuvieron en mí la inquietud por conocerle con mayor profundidad.

La oportunidad tuvo lugar en ocasión del primer Congreso Mexicano del Análisis de la Conducta, que en colaboración con José Enrique Díaz Camacho organizamos en Xalapa en marzo de 1974. A través de Sidney Bijou invitamos a J.R. Kantor a ofrecer una de las conferencias magistrales del Congreso titulada "La Psicología Interconductual: ¿cómo se relaciona con el análisis experimental de la conducta?", y a fungir como Presidente Honorario del Congreso. El primer problema era como reconocerlo en el aeropuerto de la Ciudad de México para trasladarlo a Xalapa. No fue difícil. Bijou nos señaló que tenía el pelo y la barba blancos y que ademas de tener el porte típico de un académico europeo,. usaba, como aspecto distintivo, antiparras. Tan pronto apareció en la sala del aeropuerto lo identificamos. Kantor no sabía muy bien a donde había aceptado venir. Tenia la idea de que siendo México un país católico, la psicología científica tendría un desarrollo muy pobre, y por ello le inquietaba aún más que se le hubiera invitado a una reunión sobre Análisis de la Conducta. Desconocía que se le iba a rendir un homenaje (junto con Bijou), y grande fue su sorpresa cuando los mil asistentes al Congreso lo aplaudieron con afecto y recibió del Gobernador del Estado y de los Rectores de la Universidad Nacional Autónoma de México, de la Universidad Veracruzana y de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, una medalla de oro en reconocimiento. Al término del Congreso y habiéndose percatado de la gran asistencia y cantidad de trabajos presentados, me confesó cómo ello contradecía sus expectativas. Días más tarde, sin embargo, me comentó que por fin todo encajaba perfectamente: ¡en México había una psicología científica porque el país era una nación con historia revolucionaria!


A partir de esa fecha, y a pesar de su avanzada edad, vino a México a impartir cursos a la Universidad, tanto en la Facultad de Psicología como en la ENEP-Iztacala. Estos viajes se realizaron en 1975, 1976, 1977, 1978, 1980 y 1981. En muchas otras ocasiones Ely Rayek y yo le visitamos en Chicago. Eramos unos de los pocos que frecuentábamos a Kantor, quien en compañía de su hija Helen, arqueóloga distinguida, hacía una vida reservada y dedicada casi todo el tiempo al estudio y a escribir. Su edad y la sordera casi total que le aquejaba le dificultaban tener una vida social más plena y viajar con más frecuenci~ Gran admirador del arte y la arqueología, solía contar acerca de sus visitas a Africa, Europa o el Medio Oriente, y en México, aparte de sus continuas visitas al Museo Nacional de Antropología y a las de rigor a Teotihuacán y Teotenango, voló en compañía de dos jóvenes colegas, Carlos Aparicio y Jaime Vargas, a Yucatán y Oaxaca. Tal era su vigor físico e intelectual. Le impresionaban profundamente las culturas precortesíanas, especialmente su concepción urbanística del espacio arquitectónico y el arte. Insistió en visitar en enero de 1981 las excavaciones del Templo Mayor de la Ciudad de México, recorrido que disfrutó íntegramente.


Paradójicamente, debido al aislamiento en que vivía en Chicago, Kantor tuvo encuentros significativos para él en México. Aquí se reunió dos veces con S.W. Bijou y una vez con W.N. Schoenfeld a quienes respetaba grandemente. En Chicago, en 1982, lo llevé a visitar a otro científico por él apreciado, Israel Goldiamond, de quién era vecino (vivía en el mismo barrio) pero con el que no podía reunirse por su sordera (impedimento grave para reíacionarse con Goldiamond) y porque Goldiamond, por su lesión espinal después de un accidente, tampoco podía desplazarse con facilidad. La soledad en que se vio obligado a vivir sus últimos años, le dificultaba la posibilidad de relaciones sociales fluidas. No obstante, era, punto y aparte de su inquebrantable apego a los principios e intransigencia en las discusiones sobre psicología, un hombre lleno de afecto, ingenio y agudeza. Disfrutaba enorme-mente visitar nuestra casa en México y convivir con Silvia y los niños, quienes lo consideraban su "abuelo adoptivo". Siempre en sus cartas hacía mención a la atmósfera cultural de la casa y al bienestar de la familia.

Cuando le visitaba acostumbraba sostener con él largas conversaciones sobre psicología, le daba a leer mis artículos para conocer su opinión, la que no siempre era del todo favorable. Discutíamos un día sobre los eventos privados, cuando la conversación se hizo difícil por su defecto auditivo. Le fatigaba mucho concentrarse pará escuchar a pesar de que se le hablara con intensidad y en tono agudo por el oido que todavía no habia perdido completamente. Recuerdo su expresión de disgusto, por el cansancio y el tema de discusión, y. que levantándose me dijo que iba por sus audífonos. Subió por el elevador que conducía a su recamara-estudio y regresó a sentarse a la sala. Se colocó los audífonos y el amplificador (mas bien voluminoso) y entonces, riéndose socarronamente, se dirigió a mi y me dijo: "ten cuidado con lo que dices... que ahora si escucho".

Oirle hablar acerca de su vida era informarse de la historia de la psicología y de la cultura contemporánea. De entre los psicólogos, Luria era uno de los personajes que más le había impresionado, y en una ocasión en que le acompañé a contemplar nuevamente la fuente monumental del Museo Nacional de Antropología, le pregunté si había conocido a George Politzer, el comunista francés que había escrito sobre la Psicología Concreta antes de los 40's y que había sido una de mis lecturas de juventud. Le sorprendió que alguien le hablara de Politzer, y me sorprendió que no solo le hubiera conocido, sino que había escnto un artículo sobre la Psicología Organísmica para el primer número de la Revue de Psychologie Concrete que fundó Politzer en 1929. La siguiente vez que le visité en Chicago, me regaló el ejemplar que guardaba de la revista. En la introducción que hace Politzer del artículo, dice: "Atribuyendo la dificultad fundamental del conductismo de Watson a la interpretación estrechamente fisiológica que se da de la 'conducta', otros psicólogos anglosajones se han abocado a interpretar el par 'estímulo-respuesta' detal manera que la supresión de la vida interior no prive a la psicología de la experiencia humana". Politzer mismo vislumbraba la diferencia del planteamiento Kantoriano respecto al del Conductismo Histórico.

En una de mis visitas a Chicago, le interrogué respecto a Fred Keller. Me contestó que lo estimaba mucho como persona, pero que su cercanía a Skinner lo había limitado en su ubicación conceptual en la psicología. Me mostró una carta que le había enviado Keller en 1949, cuando se éncontraba escribiendo con Schoenfeld los Principles of Psychology. En ella le decía que a medida que avanzaba en la redacción del libro, las propuestas de Kantor se tornaban más y más iluminadoras de cómo tratar algunos problemas, especialmente los del lenguaje. Se despedía informándole que pronto le iría a visitar para comentar algunos aspectos personalmente. Kantor me vió y dijo... "nunca llegó". Al día siguiente tuve la oportunidad de encontrarme con Fred Keller en el congreso al que asistíamos, y le pregunté en el desarrollo de la conversación si recordaba una carta que le había escrito a Kantor, Keller me miró con sorpresa, y con su característica expresión bondadosa me contestó afirmativamente. Me habló acerca del contenido de la carta y de su promesa de visitar a Kantor y agregó: "todavía espero cumplirla".

No hay comentarios:

Publicar un comentario